El Boletín de recursos de información del Centro de documentación Hegoa vía e-mail es una propuesta de distribución de documentación en formato electrónico a los agentes sociales de la cooperación internacional de la CAPV. Cada número ofrece información básica sobre un tema destacado, del que se reseñan recursos de documentación actualizados, así como una sección fija de recursos sobre cooperación internacional.
Indice: Tema central :: Organismos Multilaterales :: Cooperación Internacional :: Cooperación regional y local (descentralizada) :: ONGDs
En el período de post-Guerra Fría la seguridad y el desarrollo se han convertido en dos elementos clave en la construcción de sociedades más pacíficas. Desde la comunidad internacional, los Estados donantes y buena parte de los especialistas, se considera que las políticas amparadas en un vínculo entre ambos conceptos son potencialmente provechosas para encaminarse hacia los objetivos primarios del bienestar humano y el control y la disminución de las amenazas a la seguridad, lo que redundaría en el logro de una paz duradera.
Sin embargo, a dos décadas del comienzo de un nuevo ciclo en cuanto a las relaciones internacionales, con un período cargado de nuevos conflictos –o nuevas maneras de entenderlos- y el despliegue que ha traído consigo la guerra global contra el terror, la convergencia entre la seguridad y el desarrollo continúa siendo una tarea pendiente para la comunidad internacional. Por sus falencias, su instrumentalización o imposibilidad de implementación, representa un importante espacio para profundizar en el estudio de las relaciones de poder en el plano internacional y en la receta neoliberal que la comunidad internacional extiende como única opción para salir de las crisis; también constituye una oportunidad para insistir en la necesidad de trazar caminos alternativos.
Antecedentes del vínculo Seguridad-Desarrollo.
Los antecedentes de la convergencia entre la seguridad y el desarrollo se pueden rastrear de manera empírica, a partir de las políticas implementadas en materia de bienestar humano y neutralización de las amenazas a la seguridad; desde el punto de vista del discurso, partiendo de la retórica empleada para interrelacionar ambos conceptos; o desde una perspectiva teórica, analizando la evolución conceptual del desarrollo y la seguridad que ha llevado a vincular ambos conceptos.
Desde el punto de vista teórico, la interconexión entre ambas nociones descansa en un principio relativamente simple: si tenemos en cuenta la interrelación de los asuntos globales y la amplitud de las amenazas a la seguridad, veremos que unas políticas efectivas que actúen por minimizar esas amenazas y por promover la seguridad, serán también políticas que actúen en función del desarrollo. Del mismo modo, la implementación de políticas de desarrollo efectivas serán políticas que sirvan a los objetivos de seguridad. Si se considera la complejidad de la realidad social, ambos objetivos se deben potenciar mutuamente (Tadjbakhsh, 2005: 47).
La convergencia entre la seguridad y el desarrollo no es una relación nueva. Hettne (2010) realiza un interesante análisis sociohistórico sobre la evolución de esta relación tomando como punto de partida el pensamiento dominante sobre el desarrollo en distintos períodos de la historia europea. Plantea que el vínculo se ha mantenido inherente en las prácticas y en conceptos relacionados con el desarrollo -economía, progreso, bienestar- y con la seguridad -paz, orden, estabilidad. Para su análisis, toma como punto de partida la firma del Tratado de Paz de Westfalia, en 1648. Es en este contexto donde comienza a visualizarse una relación entre el desarrollo, basado en la idea de progreso, y la seguridad, basada en la búsqueda del orden.
Pero es en la década de 1990 cuando la confluencia entre el desarrollo y la seguridad se vuelve más explícita. La crisis del paradigma hegemónico sobre la seguridad, que comenzaba a visualizarse desde la década anterior, desemboca en una reconceptualización del concepto de seguridad en clave colectiva, internacional, global o humana. Se comienza a establecer una relación entre el concepto de seguridad y el de necesidades humanas, redireccionando también la visión cerrada de las amenazas a la seguridad en términos militares y estatales. Es así como empieza a utilizarse, en la arena política, el concepto de seguridad humana.
Por otro lado, también se va incorporando parte de las críticas a las que había sido sometido el concepto de desarrollo; cuestionado desde finales de la década de 1960 (Unceta, 2009: 10-13). Tal y como ocurrió con la noción de seguridad, se intentó una ampliación de significados y una profundización de los contenidos. Comienza a utilizarse el concepto de desarrollo humano, el que insiste en la relevancia de ofrecer más oportunidades a las personas, para así incrementar su bienestar y sus capacidades. Se trata de desviar la atención hacia las dimensiones sociales del desarrollo poniendo como centro de atención al individuo (Unceta, 2009: 31; Cornago, 1997).
La vinculación entre seguridad y desarrollo comienza a plantearse en estos términos a través de organismos internacionales, de Estados y desde las posturas de especialistas, sobre todo, en temas de conflicto o postconflicto. Para los gobiernos donantes, las organizaciones internacionales y las no gubernamentales, admitir la necesidad de resolución de conflictos y de reconstrucción postbélica implica reconocer que el desarrollo no se producirá a través del crecimiento económico y la inversión, por ejemplo, sino a través de la transformación de las sociedades con la implementación de políticas conjuntas de desarrollo y de seguridad. (Duffield, 2004: 119). En este punto, desde el ámbito del desarrollo se evidencia una preocupación creciente por la guerra y sus efectos. Mientras que el nuevo centro de preocupaciones de la seguridad es el miedo al subdesarrollo como fuente de conflictos, lo que es una manera de justificar el compromiso y la vigilancia continuada: el vínculo entre la seguridad y el desarrollo.
Dos conexiones: la relación subdesarrollo-conflicto y el proyecto de paz liberal.
La lógica que relaciona subdesarrollo y conflicto argumenta que es innegable que los conflictos violentos provocan grandes costos en desarrollo, al mismo tiempo en que la situación de vulnerabilidad de las poblaciones que viven en la pobreza la convierten en caldo de cultivo de procesos violentos. Por lo tanto, el desarrollo puede, al menos indirectamente, contribuir a la prevención del conflicto y, por lo tanto, a la seguridad (Björn, 2010: 34). El desarrollo es reconceptualizado en términos de estrategia de seguridad (Duffield, 2004: 28).
Combinar la creación de condiciones para la paz y la prevención del conflicto implica incidir sobre las causas estructurales que potencialmente pueden desembocar en un conflicto violento. Al menos es lo que proponen Björn (2010) y Tadjbakhsh (2005). Pero la explicación sobre el subdesarrollo como fuente de conflictos pone el acento en la responsabilidad de los países del Sur en su propia suerte y encubre la relación de poder entre países ricos y pobres que ha hecho que estos hayan corrido, precisamente, esa suerte (Amin, 1974; Held y McGrew, 2001).
El fin de la Guerra Fría se convirtió en la coyuntura perfecta para reconceptualizar el desarrollo e introducir sociedades enteras en las nuevas normas hegemónicas (Tadjbakhsh, 2005: 40). Desde las instituciones internacionales, incluida la ONU, se ha defendido un modelo basado en una economía de mercado y en la democracia, asumiendo que esta fórmula promueve el desarrollo y, con este, la paz. El liberalismo se impone, entonces, como único modelo político capaz de traer legitimidad y prosperidad, y coincide con un movimiento igual de fuerte orientado hacia la economía de libre mercado. Es en este mundo liberal donde el subdesarrollo comienza a ser visto como peligroso y desestabilizante (Christie, 2010: 173).
Se trata del contexto en el que se produce un cambio cualitativo y cuantitativo en cuanto a la participación de la ONU en asuntos internacionales, especialmente en operaciones de paz. En términos generales, desde la comunidad internacional se considera que las sociedades democráticas son menos conflictivas y que el capitalismo trae bienestar y crecimiento económico. La idea de establecer una relación causal entre liberalización y paz se apoya en el principio wilsoniano de que los Estados liberales son más pacíficos (Paris, 2004:41).
Pero la propia lógica de la democracia de libre mercado impone tensiones y es potencialmente desestabilizadora para las sociedades en proceso de reconstrucción postbélica (Tadjbakhsh, 2005: 50; Paris, 2004: 152-155). Es una estrategia peligrosa para los Estados en circunstancias de fragilidad. (Paris 2004: 188-205) realiza una crítica al proceso y propone su aplicación gradual: institucionalización antes que liberalización; asume que la liberalización es el camino correcto. Sin embargo, existen otras perspectivas que hacen un análisis crítico de los fundamentos de la liberalización. Estas aproximaciones ponen en duda la universalidad del proyecto liberal y su funcionalidad como receta estandarizada para la construcción de la paz (Newman et al., 2009: 23; Mateos, 2010:15).
Con la paz liberal se consolida un proceso de reconstrucción postbélica que ha conseguido réditos en términos cuantitativos, como por ejemplo la reducción del número de conflictos bélicos y la celebración de elecciones legitimadas por la comunidad internacional. Sin embargo, los resultados a nivel cualitativo -mejoras en las condiciones socioeconómicas de la población o en servicios básicos como salud y educación- son ampliamente cuestionados.
Los debates actuales.
La convergencia entre la seguridad y el desarrollo constituye una relación transfronteriza; un “puente espacio-temporal” (Stern y Öjendal, 2010: 17). El puente se despliega cuando la seguridad y el desarrollo de un Estado, grupo de Estados o la comunidad internacional, se inmiscuye en la seguridad y el desarrollo de otro Estado. Se trata de la subyugación de esos territorios a los designios de los Estados más poderosos y a la comunidad internacional (Christie, 2010: 186); una técnica de gobernabilidad utilizada a nivel internacional (Duffield, 2004: 29). Considerar el vínculo como un nexo transfronterizo permite apreciar la diversidad de actores que participan de este proyecto de transformación social que el vínculo pretende desarrollar, su ubicación como promotores, financiadores y/o ejecutores de sus políticas, lo que es especialmente útil para su estudio.
La transformación que se pretende desplegar con la convergencia de políticas basadas en el desarrollo y la seguridad tiene un trasfondo ideológico claramente apreciable. El interés que se pone en la incorporación de esos Estados periféricos a los principios de la globalización neoliberal en la que nos hallamos insertos es uno de sus puntos clave, tal y como plantea la tesis de la paz liberal. Las políticas de seguridad y desarrollo, y la declaración de su confluencia en el discurso, se relacionan con las acciones de determinadas entidades políticas en la defensa de una concepción particular del orden. Existe un núcleo de valores alrededor de cual se actúa y se planifica, los que están social y culturalmente definidos.
El vínculo surge como una unión donde las condiciones del desarrollo refuerzan a la seguridad y viceversa. Pero en la relación entre unos Estados y otros, en lo que en materia de la confluencia y su transversalidad se refiere, existe un claro desbalance entre objetivos y posibilidades de concreción, entre el poder de unos y el no-poder de otros. En buena parte del mundo ocurre que las políticas de desarrollo se subordinan a las políticas de seguridad y los Estados no pueden decidir sus propias prioridades. Por lo tanto, podríamos hablar de un vínculo disfuncional (Stern y Öjendal, 2010: 17; Reid-Henry, 2011: 98).
Las condiciones para implementar políticas efectivas son desfavorables, porque la interpretación de la realidad social y el enfoque de desarrollo y seguridad que se utilizan pueden ser incluso nocivos para el tejido social, entre otras razones, por la fuerza de la visión tradicional que existe con respecto a la seguridad y su papel en las relaciones internacionales y en la política doméstica, lo que ha llevado a la securitización de las más diversas áreas de actuación. Con el enfoque del subdesarrollo como potencialmente peligroso la convergencia entre desarrollo y gestión de conflictos se ha vuelto más prominente, lo que ha propagado la visión de que las políticas de desarrollo son una herramienta para la prevención de conflictos y como tal son instrumentalizadas (Tadjbakhsh, 2005: 39). Esto sucede a pesar de que en el plano del discurso se insista en el enfoque de desarrollo y seguridad humanos.
Reid-Henry (2011) señala que una de las consecuencias del vínculo es una especie de vacío de la seguridad y el desarrollo de manera independiente. Por lo tanto, enfatiza en la necesidad de mejorar la coordinación de los campos. Sin embargo, Chandler (2007) es especialmente cauteloso con este aspecto. Subraya que el ejercicio constante de una mayor y mejor coordinación responde a un proceso de burocratización del vínculo y no necesariamente a su implementación. De este modo, los Estados más poderosos y la comunidad internacional lo que hacen es esconder bajo un espeso entramado de instituciones y protocolos su falta de compromiso real por aquellas sociedades en desventaja.
Lejos de constituir una relación estable y unidireccional, la convergencia entre el desarrollo y la seguridad constituye una relación especialmente conflictiva (Reid-Henry, 2011: 100). En el fondo, el vínculo resulta funcional para la reproducción del sistema, con sus disfunciones y sus contradicciones. En nombre de la convergencia entre el desarrollo y la seguridad se implementan políticas que niegan su contenido emancipatorio y que reproducen las condiciones que llevaron a implementar esas políticas. Esto es teóricamente desafiante y pragmáticamente peligroso para la vida de millones de personas.
La alternativa a la visión dominante, para Stern y Öjendal (2010: 17) pasa por una reconceptualización del vínculo de manera que sea útil para desafiar las visiones tradicionales sobre cómo debe funcionar el mundo, para dar voz a las personas más vulnerables y buscar otro camino para la justicia social. El enfoque de desarrollo humano y el de seguridad humana son, para estos autores, dos intentos por poner sobre la mesa propuestas alternativas.
Sin embargo, a pesar de la capacidad del enfoque de seguridad humana y de desarrollo humano por ampliar las áreas de actuación, es importante subrayar que no siempre una ampliación de la agenda se corresponde con una profundización de los contenidos. Con esto queremos decir que no es un ejercicio inherentemente crítico si no está acompañado por un ejercicio de reflexión sobre la realidad que se estudia en términos holísticos, y por un cuestionamiento de las concepciones que los distintos agentes tienen sobre el funcionamiento del mundo.
(Autora: Angie A. Larenas Álvarez es integrante del Seminario de Investigación sobre Conflictos, Paz y Desarrollo del Instituto Hegoa)
(Presentamos una serie de lecturas de interés y actualidad sobre las secciones habituales)
Informes y conferencias de organizaciones internacionales
World Development Report 2013. World Bank. El Informe toma como punto de partida la importancia central del empleo en el proceso de desarrollo y cuestiona y reformula la forma en que solemos pensar el tema del trabajo. Con un enfoque multisectorial y multidisciplinario, en este informe se analiza por qué algunos empleos contribuyen más al desarrollo que otros. Resúmen del Informe en castellano.
La situación de los Refugiados en el Mundo 2012: En busca de la solidaridad. ACNUR. Con 43 millones de personas desplazadas por conflictos actualmente, 34 de ellas bajo el amparo de ACNUR, el informe alerta sobre los crecientes retos que se presentan para proporcionar asistencia y protección a la población afectada, teniendo en cuenta la reducción del espacio humanitario en el que trabajan tanto ACNUR como sus socios, en entornos donde operan distintos actores armados, con el consiguiente riesgo para la seguridad de la población desplazada y para los propios trabajadores humanitarios.
Empresas que contribuyen al Desarrollo Humano: Seis casos prácticos en los sectores agroindustrial y de energía. Carlos Mataix; Inmaculada Borrella. Fundación Carolina, 2012. Esta publicación es fruto del proyecto de investigación “Orientaciones Sectoriales para la Promoción de las Alianzas Público-Privadas en la Cooperación Española” que ha sido financiado por la Fundación Carolina, y realizado por profesores e investigadores del Grupo de Investigación “Organizaciones Sostenibles” (GIOS) de la Universidad Politécnica de Madrid.
Cooperación Española:de los límites estructurales a la irrelevancia política. Pablo J. Martínez Osés; Ignacio Martínez. Plataforma 2015 y más, 2012. El estudio examina el contexto internacional, la evolución de la Ayuda Oficial al Desarrollo mundial y la posición de España en la relación de países donantes tras la toma de decisiones del gobierno actual. No se trata únicamente de un problema presupuestario, de ajustes o recortes en las partidas destinada a la AOD, o de la participación o no de la sociedad civil por medio de las ONGs en su ejecución. Se trata de un cambio de postura ideológica, de una nueva visión que devalúa a la cooperación como política social pública, que abandona la idea de la responsabilidad y la gobernanza global y desconoce que los intereses nacionales no se pueden desvincular de los bienes públicos globales.
Análisis de la Cooperación Pública Vasca: Una mirada a la Cooperación Descentralizada. Natalia Rodríguez Fernández; Irune Martínez Beaskoetxea. Coordinadora de ONGD Euskadi, 2012. El objetivo de la presente investigación es conocer y mostrar las características de la cooperación pública vasca, analizando el papel de las instituciones públicas (Gobierno Vasco, diputaciones forales, ayuntamientos) desde el año 2008 hasta 2010, ambos inclusive. Dicho análisis consta de dos partes: una cuantitativa donde recoge los montos reales que se destinan a la cooperación al desarrollo así como el destino de dicha ayuda. Tras este análisis inicial, una segunda parte pretende ofrecer una reflexión sobre la calidad, coordinación y complementariedad.
El Oasis de la Memoria: Memoria histórica y violaciones de derechos en el Sahara Occidental. Tomo I, II y Resumen. Carlos Martín Beristain; Eloísa Gonzalez Hidalgo. Hegoa, 2012. Este informe está dividido en dos tomos. El primer volumen incluye un análisis de las violaciones de derechos humanos, a través de casos individuales y colectivos, en diferentes periodos históricos. El segundo volumen aborda el impacto que las violaciones de derechos humanos ha supuesto a las víctimas, desde un punto de vista individual y familiar, incluyendo una visión de las niñas y los niños, así como el impacto en las mujeres y la violencia sexual. También se analizan las formas de resistencia frente a esa violencia, y se abordan las demandas de verdad, justicia y reparación de las propias víctimas.
Crisis, desigualdad y pobreza. Intermón Oxfam, 2012. Las respuestas a las crisis son opciones políticas. Las que no priorizan la justicia social generan más desigualdad y más pobreza. Es el aprendizaje que Intermón Oxfam extrae de tres décadas de experiencia de crisis en América Latina y el Este Asiático.España se encuentra en el punto en el que rectifica o pierde tres generaciones de bienestar, derechos sociales y democracia, para convertirse en una sociedad dual de ricos y pobres.