El Boletín de recursos de información del Centro de documentación Hegoa vía e-mail es una propuesta de distribución de documentación en formato electrónico a los agentes sociales de la cooperación internacional de la CAPV. Cada número ofrece información básica sobre un tema destacado, del que se reseñan recursos de documentación actualizados, así como una sección fija de recursos sobre cooperación internacional.
Indice: Tema central :: Referencias
Autor: Patxi Zabalo Instituto Hegoa (UPV/EHU)
Resumen: En 2012 la FAO ha publicado unas nuevas estimaciones sobre el hambre en los países en desarrollo a partir de 1990. La nueva serie de datos modifica radicalmente la visión precedente sobre la evolución del número de personas subnutridas, que ahora ya no tiende a aumentar, sino que desciende suavemente. Esto facilita la consecución de la meta sobre el hambre del primer Objetivo de Desarrollo del Milenio, aunque a costa de considerar compatible con su cumplimiento la persistencia de una cantidad mayor de personas subnutridas. Y además suscita dudas sobre el carácter meramente técnico del ajuste estadístico realizado.
Abstract: In 2012 FAO published some new estimates on hunger in developing countries since 1990. The new data serie changes drastically the former view, and instead of an upward trend of the undernourished, their number shows a slight decline. That enables an easier achievement of the Millennium Development Goals, provided we consider compatible with the former an increased amount of undernourished people. Furthermore, this evidence casts doubts on the supposedly mere technical character of the statistical adjustment that was carried out.
Palabras clave: Medición del hambre, FAO, Objetivos de Desarrollo del Milenio, Derecho humano a la alimentación.
Keywords: Measurement of hunger, FAO, Millennium Development Goals, Human right to food
Las últimas estimaciones publicadas por la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) indican que 868 millones de personas sufrían hambre en 2012. Esta cifra es notablemente inferior al tope histórico de 1.023 millones de personas subnutridas que la FAO detectaba en 2009 con motivo de la crisis alimentaria (gráfico 1). Pero no son estrictamente comparables porque ha habido una revisión de la metodología. Antes de explicarla y valorar sus consecuencias, entre las que destaca la de facilitar el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), se presenta el método utilizado durante cuarenta años por la FAO para estimar cuántas personas pasan hambre.
Gráfico 1: Reproducido de FAO: El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo-2010, pág. 9, figura 1.
1. Cómo calcula la FAO el número de personas hambrientas en el mundo
La FAO considera subnutridas o que padecen hambre crónica a las personas que no consumen a diario la cantidad de calorías necesarias para realizar una actividad ligera y mantener un peso mínimo aceptable respecto a su estatura. Aunque la cantidad exacta para cubrir las necesidades energéticas mínimas depende de la edad, tamaño corporal, nivel de actividad y condiciones fisiológicas como enfermedades, infecciones, embarazo o lactancia, la cifra de referencia son unas 1.800 kilocalorías por persona y día.
Y para estimar el número de personas subnutridas que hay en el mundo mide en cada país la disponibilidad de calorías y la compara con la necesidad mínima de calorías de su población. Parte de calcular el consumo aparente (producción interna más importaciones menos exportaciones) de productos alimenticios del país, especificando para cada uno de ellos su contenido en calorías. Obtiene así las calorías disponibles en cada país. Luego estima las necesidades de calorías del país, que dependen del número de habitantes y la estructura demográfica, y ajusta ese resultado global con datos de las encuestas familiares, que indican la distribución de las calorías específica de cada país. A partir de ahí se estima la cantidad de personas desnutridas en cada país. Y agregando los datos nacionales la FAO calcula la subnutrición mundial.
La metodología de la FAO ha sido objeto de diversas críticas, la mayoría de ellas de carácter estadístico. Así se ha sostenido que la FAO infravalora notablemente la prevalencia del hambre (Smith et al., 2006), pero también lo contrario: que la FAO sobreestima la cantidad de personas hambrientas (Svedberg, 2002). Y una reciente revisión crítica de las estimaciones de la subnutrición crónica considera que son inexactas, pero que no se puede asegurar si las cifras reales de personas que sufren hambre son mayores o menores que las calculadas por la FAO (Haen et al., 2011).
También se ha argumentado que la FAO no contabiliza la ingesta de proteínas, vitaminas o minerales, solo los requerimientos energéticos mínimos. De modo que estas estadísticas sobre la cantidad de personas con hambre crónica o subnutrición no proporcionan información adecuada sobre la desnutrición y menos aún sobre la malnutrición. Esta última puede deberse tanto a la sobrealimentación (exceso de peso y obesidad) como a la desnutrición, que, a su vez, puede derivar tanto de una insuficiente ingestión de proteínas y energía alimentaria como de una deficiente absorción de los nutrientes consumidos, o tener su origen en carencias de vitaminas y minerales (Maire y Delpeuch, 2010).
La FAO es consciente de esta importante limitación, pero cree que no resta relevancia a las cifras que proporciona desde 1969-71, ya que sirven para estudiar las tendencias del hambre en el mundo, aunque no abarquen todas sus dimensiones. Y considera que otras investigaciones sobre micronutrientes pueden y deben completarlas, pero que hoy por hoy son insustituibles, opinión coincidente con la de quien fuera el primer Relator de Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación, Jean Ziegler (2012: 33-35).
Precisamente por ello resulta difícilmente comprensible la decisión de la FAO de no publicar a partir de 2011 otras estimaciones sobre el impacto de la crisis económica y particularmente el alza de los precios de los alimentos en el número de personas subnutridas. Hubiera bastado con advertir que se basan en una metodología distinta, la utilizada por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) para medir ese tipo de impactos a corto plazo en el hambre, y que, por tanto, no son comparables con las mediciones del hambre crónica (privación energética de duración superior a un año) o estructural realizadas habitualmente por la FAO para periodos de tres años. Además, siendo eso cierto desde que empezaron a publicarse las cifras de la FAO, antes no ha impedido realizar estimaciones de la incidencia de las llamadas crisis alimentarias. Sobre todo cuando la actual subida de los precios de los alimentos se presenta como algo más que coyuntural. Entre otras cosas porque en gran parte se debe a la llegada a esos mercados, gracias a su desregulación, de capitales especulativos de grandes fondos de inversión que no tienen ninguna intención de abandonar una fuente adicional de negocio (Taibbi, 2011: 199-245; Vargas y Chantry, 2011)
2. El cambio de 2012 en la serie de datos
En 2010 un renovado Comité de Seguridad Alimentaria Mundial (CSA) pidió a la FAO que revisara su metodología para la estimación de la subnutrición a fin de proporcionar datos más actualizados e incorporar otra información pertinente que puede extraerse del mayor número de encuestas de hogares disponibles durante los últimos años. En consecuencia, en septiembre de 2011 se celebró en Roma un seminario internacional de expertos donde, entre otras cosas, se trató sobre el carácter complejo y multidimensional de la seguridad alimentaria, y las mejoras que pueden introducirse en la obtención de los datos y en los parámetros utilizados.
Con la metodología revisada, la FAO (2012) estima que 868 millones de personas pasan hambre actualmente en el mundo, 852 millones de ellas en los países en desarrollo. Y la prevalencia de la subnutrición, entendida como el porcentaje de la población que pasa hambre crónica, se sitúa en el 12,5% de la población mundial y en el 14,9% de la población de los países en desarrollo. Estas cifras representan una importante mejoría respecto a las revisadas para 1990, cuando se contabilizaban 1.000 millones de personas hambrientas a nivel mundial, 980 millones de ellas en los países en desarrollo; y las respectivas tasa de prevalencia eran 18,6% y 23,2% (gráfico 2).
Gráfico 2: Reproducido de FAO: El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo-2012, pág. 9, figura 1.
Como ocurre con la pobreza, el hambre se concentra en dos grandes áreas, que representan el 63% de los países en desarrollo: en 2012, 304 millones de personas pasaban hambre en Asía Meridional y en África Subsahariana había 234 millones de personas hambrientas. No obstante, la prevalencia de la subnutrición es mucho mayor en África Subsahariana (26,8%) que en Asia Meridional (17,6%), mientras que en el resto del Sur es notablemente menor. Y, como se verá más adelante, también hay grandes diferencias en su evolución a partir de 1990 (gráfico 4).
De este modo, la nueva serie de la FAO, recalculada desde 1990, cambia radicalmente la visión sobre la evolución del hambre durante las últimas décadas. Frente a la trayectoria ascendente que se observaba antes en el número de personas hambrientas desde mediados de los años 1990 (gráfico 1), los nuevos datos muestran una tendencia inequívocamente descendente. Esto se debe en gran medida a que ha aumentado en 150 millones la cifra estimada para 1990, que luego va bajando suavemente hasta coincidir con los cálculos anteriores en 2008.
Gráfico 3: Reproducido de FAO: El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo-2012, pág. 60, figura A2.1
El gráfico 3 compara ambas series, ilustrando también cuáles son los principales factores que han conducido a pasar de los datos usados hasta 2011 a asumir las nuevas estimaciones, entre los que destacan dos. En el enorme incremento del número de personas subnutridas desempeña un papel decisivo el efecto ascendente de considerar las pérdidas de alimentos en su fase final de comercialización y/o en los hogares, que al no llegar a consumirse se restan de los cálculos de alimentos disponibles. Y, desde mediados de los años 2000, la revisión del suministro de energía alimentaria empuja a la baja la tendencia alcista de la serie precedente (FAO, 2012: 57-60).
3. Una valoración provisional
La FAO (2012: 56) insiste en que la nueva serie sobre el hambre ahora publicada debe considerarse el punto de partida para una actividad continuada de mejora en la que habrá nuevas revisiones próximamente, a medida de que se disponga de datos más fiables sobre el desperdicio de alimentos y de más encuestas que evalúen la distribución del acceso a los alimentos. Por tanto, su valoración no puede ser más que provisional, a la espera de los avances que se vayan incorporando en próximas publicaciones. Pero eso no impide destacar ya algunas cuestiones.
En primer lugar, las nuevas cifras del hambre proporcionadas por la FAO facilitan la consecución de una de las metas básicas del primer Objetivo de Desarrollo del Milenio (ODM): reducir a la mitad para 2015 la proporción de personas que padecen hambre. Como en casi todos los ODM, el nivel de referencia es el del año 1990 y atañe a los llamados países en desarrollo, no al mundo entero.
En efecto, la mitad del 23,2% es el 11,6% (gráfico 2), que es la prevalencia del hambre que la comunidad internacional reunida en Naciones Unidas declaró solemnemente en septiembre de 2000 como la meta a conseguir en 2015 para “erradicar la pobreza extrema y el hambre”. Y esa cifra es más pequeña que el 10% necesario para cumplir dicha meta con las anteriores cifras de la FAO, ya que estimaban que la prevalencia del hambre en 1990 sólo era del 20% (FAO, 2010: 11). Como esos porcentajes se refieren a la población de los países en desarrollo en 2015, estamos hablando de unos cien millones de personas hambrientas más las que podrían resultar compatibles con la consecución de esa meta, simplemente por haber recalculado al alza las cifras de 1990, considerando que entonces había 150 millones de personas más pasando hambre.
Y aunque hoy en día ha quedado relegado por la relevancia alcanzada por los ODM, las nuevas cifras también facilitan el cumplimiento del objetivo marcado por la Cumbre Mundial de la Alimentación (CMA) de 1996: reducir a la mitad, entre 1990 y 2015, el número de personas con subnutrición crónica. Este objetivo, al igual que ocurrió con otros fijados en las cumbres temáticas organizadas por Naciones Unidas en los años 1990, fue oportunamente rebajado al incorporarlo a los ODM. Con el mero cambio del término número (cantidad) por el de proporción (porcentaje) se pasaba de un objetivo para 2015 de 413 millones de personas hambrientas (la mitad de 827) a algo más de 600 millones (10% de la población de los países en desarrollo), ya que el aumento de la población reduce por sí solo el compromiso adquirido. Ahora, con las cifras recalculadas por la FAO, llegar a 490 millones de personas hambrientas en 2015 valdría para cumplir el objetivo de la CMA (gráfico 2).
Gráfico 4: Reproducido de FAO: El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo-2012, pág. 10, figura 3.
Este baile de cifras sobre cuántos son los millones de personas hambrientas que la comunidad internacional es capaz de tolerar para considerar que ha “erradicado el hambre” no deja de ser obsceno. Máxime cuando se sabe que esos objetivos doblemente rebajados no se van a lograr, ni a nivel global ni en la mayoría de los países concernidos, siendo especialmente grave la situación en África Subsahariana (gráfico 4).
Parece mejor dedicar los esfuerzos a diagnosticar correctamente el origen de una situación tan inadmisible, valorando adecuadamente la aportación que los ODM puedan haber realizado a la lucha contra el hambre y poner los medios para erradicarla de verdad. Porque los medios existen, pero falta voluntad política para aplicarlos partiendo del derecho humano al alimento (Pérez de Armiño, 2011).
En segundo lugar, sin discutir la bondad de las mejoras metodológicas y la oportunidad de introducir nuevos elementos en el cálculo, hay algunas cuestiones que cuando menos suscitan suspicacias sobre el carácter meramente técnico de los cambios efectuados, alimentando la sospecha de que algo tienen de maquillaje de unos resultados incómodos. Y cabe especular si, con el trasfondo de cumplir los ODM, superar los mil millones de personas hambrientas en 2009 podría haber actuado como detonante de esta revisión de las serie de datos.
En este sentido es interesante fijarse en qué ajustes se han llevado a cabo y cuáles no. Así, por ejemplo, la propia FAO reconoce que presenta una estimación “conservadora” de la subnutrición crónica, ya que la nueva serie, igual que la anterior, se sigue refiriendo a la energía necesaria para llevar una vida sedentaria. Sin embargo, resulta que la FAO dispone de estimaciones para niveles de actividad normal e intensa (gráfico 5), que no se utilizan a pesar de que es evidente que una parte importante de las personas subnutridas no son precisamente sedentarias. Y de que la propia definición de seguridad alimentaria utilizada por la FAO supone que "todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos que satisfagan sus necesidades alimentarias para desarrollar una vida activa y sana" (subrayado del autor)
Gráfico 5: Reproducido de FAO: El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo-2012, pág. 60, figura A2.1
Escudarse en la carencia de datos desglosados sobre la situación laboral y los niveles de actividad física por género y grupos de edad en todos los casos que se muestran (FAO, 2012: 62) para elegir la cifra más baja pero más irreal no parece muy coherente. Ahora bien, esa decisión se explica fácilmente al darse cuenta de que adoptar cualquier hipótesis más realista elevaría por lo menos hasta 1.500 millones el número de personas subnutridas, con el agravante de mantenerse casi constante desde 1990 hasta hoy.
En claro contraste, a pesar de reconocer que la única referencia disponible sobre pérdidas y desperdicio de alimentos (Gustavsson et al., 2011) se basa en datos de los últimos años para subtotales regionales aproximados, que además se califican de provisionales, y afirmar que se está a la espera de datos más fiables, estos datos si se tienen en cuenta, aparentemente extrapolándolos hasta 1990. Y la explicación podría ser que añaden más de cien millones de personas hambrientas a los cálculos precedentes (FAO, 2012: 56-58), lo que, como se ha visto, resulta decisivo para que el hambre descienda a partir de 1990 y cumplir la meta de los ODM sea más fácil.
En todo caso habrá que esperar a las próximas ediciones de El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo para hacer una valoración definitiva sobre la revisión metodológica realizada por la FAO para medir el hambre.
Lecturas y recursos Web recomendados
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Al Límite: La vida en una época de volatilidad de los precios de los alimentos. (Resumen en castellano). Intermón Oxfam, 2013. Los resultados del primer año de un estudio a cuatro años sobre la forma en que la volatilidad de los precios de los alimentos afecta la vida diaria de las personas, descritos en Al límite, revelan importantes cambios en el bienestar y el desarrollo de las personas en aspectos desatendidos por las políticas, el trabajo de cuidados en el hogar y las redes informales de protección social. |
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La protesta social en América Latina. PNUD, 2012. Los países de América Latina con mayor número de protestas sociales son los que también presentan mayores desigualdades socioeconómicas y gobiernos con capacidad limitada para manejar disturbios.. Según el informe, Bolivia, Perú y Argentina fueron los países con mayor número de protestas sociales (más de 200 cada uno), mientras que aquellos con los niveles más bajos de disturbios fueron Costa Rica, Chile y El Salvador, con un promedio de 58 conflictos cada uno.
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Malí en los medios: ¿cuáles son los motivos de la intervención militar de Francia?. Seminario organizado por la Revista Pueblos; Paz con Dignidad; Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación (UPV/EHU) y Hegoa. Conferenciantes: Mbuyi Kabunda; Roberto Montoya; Dídac P.Lagarriga. Hegoa, 2013. Las intervenciones hacen un repaso de la situación del país, del Estado y de los principales actores del conflicto estructural que padece. Se aportan datos de interés que hacen referencia a las razones del actual proceso de intervención francesa en la zona y se presentan un contexto regional en el África Sahel que ayuda a comprender la complejidad del momento que vive la región. |